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La maestra le encargó a la clase un frasco de vidrio, un poco de algodón, y unos cuantos frijoles crudos de esos que se venden a $40 pesos el kilo en el mercado. Al principio parecía extraño ya que normalmente las semillas se siembran en la tierra. Las mentes infantiles se llenaban de escepticismo o más bien de curiosidad. Pero la maestra quería que sus alumnos vieran lo que no les toca ver cuando una semilla está oculta en la tierra.

 

Recuerdo la ferviente emoción lo ví por primera vez. Un pequeño objeto blanco salió de uno de los frijolitos pintos. La maestra explicó que a ese piquito peludo le llamamos “la raíz” y su función se darle nutrientes a la planta. En mi interior, había una satisfacción extraña. Me daba tanto gozo saber que lo había puesto en mi frasco (que parecía muerto e inanimado) estaba vivo. De ahí en adelante cada día era una emoción ver mi planta crecer. Uno de esos días la raíz cambió su color de blanco a verde; y eventualmente salió de la superficie del algodón para producir su primera hoja.

 

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Una famosa comparación y la alternativa

 

Estoy consciente que el lector quizás haya escuchado la famosa simile que compara vidas, proyectos, y esfuerzos a una semilla plantada en la tierra. En la sociedad moderna el comparar labores a la siembra y la cosecha simplifica la forma de pensar en el trabajo. Un vendedor esparce su discurso, carisma, y empatía en el campo del mercado. Un financiero esparce su análisis, conclusiones, y recomendaciones en el campo de la toma de decisiones. Un deportista siembra horas de entrenamiento y preparación mental en campo de juego. Un pintor utiliza su imaginación y trazos para esparcir su semilla en el campo de la apreciación artística. El saber que nuestros esfuerzos tienen potencial de producir valor (tal como las semillas en la tierra) nos llena de esperanza. Desafortunadamente esa esperanza tiene periodos de agotamiento.

 

Aunque quisiera comparar la vida humana a ese germinador que hice en primero de primaria, la realidad es diferente. El crecimiento personal y de proyectos de vida suele darse de forma orgánica y no como el germinador. El niño de primaria se despierta cada mañana para ver si su estatura sobrepasa la rayita que marcó con pluma en la pared; pero todo le indica que quizás se tendrá que conformar con ser “chaparro”. El hombre de negocios se prepara, crea materiales, y se comunica con diez posibles clientes; después de dos semanas se pregunta si quizá su correo y número telefónico está incorrecto o simplemente su negocio no tiene futuro. La joven pareja (por cuarta vez) decide abrir los resultados de embarazo con un nuevo optimismo; pero una vez más, el sueño de empezar una familia sigue enterrado en la tierra. El no poder ver crecimiento agota. 

 

EL PODER DE UN GERMINADOR
Jerry Ramirez | Equipo MM Alumni

¿Qué hubiera pasado si nunca hubiera visto esa primera raíz en el frijolito? Lo más probable es que ese ánimo de seguir alimentando a mi planta no sería el mismo. Después de cinco, seis, o siete días de no ver resultados hubiera perdido el ánimo de seguir cuidándola. Pero si juntos tomáramos una pausa y pudiéramos ver nuestras vida y proyectos como un germinador todo sería diferente.

 

Podríamos ver el más pequeño progreso día tras tría. No tendríamos que esperar meses, años, o décadas para ver signos de crecimiento. Nuestro ánimo no menguaría tanto y podríamos ser más agradables a los que nos rodean. Aunque nuestra planta no creciera enormemente de la noche a la mañana el simple hecho de ver una pequeña raíz brotar nos recordaría que el crecimiento, la mayoría de las veces, está inscrito en la naturaleza. Pero ¿cómo podemos ver nuestras vidas con la claridad de un germinador y la esperanza de un niño?

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Viviendo con claridad y esperanza

 

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos, sino que en la ley del Señor se deleita, y día y noche medita en ella. Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera! (Salmo 1: 1-3)

 

Cuando lo leo rápido y no me tomo el tiempo de digerir las palabras me suena algo como lo siguiente: “Portate bien, no te dejes mal influenciar, lee tu Biblia y en todo lo que emprendas gozarás de éxito.” Pero antes de concluir con tal simpleza preguntémonos:

 

¿Cuántas veces son la críticas, palabras, o compañía de personas malvadas que nos ciegan del progreso que hemos tenido?

 

¿Cuántas veces transformamos a nuestra semilla en un ídolo, prefiriendo más la realización de nuestros proyectos a una cercanía más íntima con nuestro Creador?

 

¿Cuántas veces dejamos de desear la sabiduría y el conocimiento que sólo vienen cuando meditamos en los principios, verdades, y promesas de Dios?

 

Quizás tú como yo, cuando leíste el salmo por primera vez pensaste en alguna otra persona al leer las palabras “malvados”, “pecadores, y “blasfemos.” Pero esos adjetivos nos describen a ti y a mi. Por naturaleza no nos gusta vivir la vida conforme a la ley buena de Dios. Esto nos hace como un pez tratando de nadar en tierra seca. Buscamos “libertad” al no someternos a una autoridad divina, pero un pez, no restringido por los confines de los océanos, lagos, o ríos muere; porque está fuera de su diseño original. Al estar muertos herimos a los demás y no podemos ver con claridad el trabajo que Dios está haciendo en los germinadores de otras personas. Afortunadamente, no todo está perdido.

 

Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir nuestras vidas como un germinador. La ceguera que nos impide el ver el crecimiento de nuestros proyectos y vida personal es vencida cuando aceptamos el regalo de la palabra de Dios en nuestras vidas: Cristo. Con su sacrificio en la cruz nos quita el sobrenombre de “malvados”, “pecadores”, y “blasfemos.” Aunque en nuestras propias fuerzas nunca pudimos deleitarnos en la Ley buena de Dios, Cristo sí pudo.  Él nos declara justos invitándonos a deleitarnos en Él y así, pudiendo ser no sólo como un germinador, pero como un árbol que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. En la pasada graduación del IBMM & ITMM, la ahora ex alumna Kimberly Perez compartió pensamientos que nos recordaron de la semilla que todos los ex alumnos tenemos en nuestros corazones.

 

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Después de agradecer a sus compañeros, maestros, directivos por su cuidado, cariño y compañerismo durante su tiempo en el IBMM y el ITMM la recién graduada le recordó a sus compañeros, “El tiempo que aquí has pasado, sea largo o corto, sin duda dejará una semilla en tu corazón, que un día dará su fruto. En esta vida tendremos aflicción, nadie dijo que sería fácil. Por eso esta noche, quiero animarlos a seguir adelante sin importar las circunstancias. Hoy, que nos enfrentamos a un cambio importante, difícil y hasta repentino, mi consejo es que hagan cualquier cosa que puedan menos renunciar debido a la incertidumbre.” La audiencia estaba cautivada al escuchar las palabras de Kimberly. La ex alumna logró que sus compañeros pudieran mirar sus vidas como un germinador; y es que como dijo C.S. Lewis, “¿No es gracioso que cuando día tras día nada cambia, pero cuando miramos atrás todo es diferente?”

 

 

Aunque quisiera terminar esta reflexión de forma climática diciendo de que mi germinador dio fruto, la verdad es que nunca pude ver otros frijolitos antes de que terminamos el proyecto. Yo veía a otros compañeros que hasta pájaros se acercaban a su germinador (disculpen mi exageración) y  les confiaré que me sentí hasta un poco celoso. Comenzé a olvidar ese crecimiento que tanto me emocionó al principio del proyecto. Pero la promesa que Dios nos dá cuando permanecemos en Él es que que daremos fruto en el tiempo indicado; todo acorde a la perfecta voluntad de un Dios soberano.

Cuando entregamos las riendas de nuestras vidas a Él, el vidrio en nuestro germinador se aclara y podemos ver el trabajo de nuestro Creador en nuestras vidas. Cuando meditamos día y noche en su palabra podemos ver las grandes promesas que son resultado de Su gracia y misericordia. Nuestras cosas malas se transforman en buenas. Nuestras cosas buenas nunca las podemos perder. Y lo mejor está por venir (Jonathan Edwards).

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Fuente de imágenes

Verdenoticias.org

Ergomic.com

facebook.com/mexicomodernooficial

eachtheyoungerwomen.wordpress.com

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